Una oportunidad para reencontrarte a ti mismo como persona y como profesional

En mi pequeño jardín tengo un arbusto palmerita que alegra la vista. Cuando la plantamos era pequeña y estaba perfectamente en ese sitio pero al crecer se ha vuelto incómoda porque se mete dentro del espacio en donde está ubicada una mesita y un par de sillas. Tampoco queda espacio para unas flores.

Decidí que lo mejor era transplantarla y moverla un metro más hacia la izquierda pero, según los videos de Youtube con los que aprendo estas cosillas de jardinería, para ello tendría que eliminar el 30% de las ramas. ¿El motivo? Que la planta tuviese menos ramas que alimentar y así pudiese utilizar su fuerza para adaptarse a la nueva ubicación.

Durante bastantes días fui tomando la decisión de cuáles serían las ramas que se quedarían. Se tendrían que quedar aquellas que formasen un conjunto armonioso y, al mismo tiempo, gozasen del vigor necesario para adaptarse a la nueva ubicación. Por otra parte yo era el más adecuado para decidir las que se quedarían porque la he visto crecer, y he pasado mucho tiempo con mi café, bajo el solecito, entendiendo la morfología de la palmerita antes de blandir las tijeras de podar.

Así que, azadón en mano, procedí con el plan trazado el primer día de la Primavera. El resultado es el de la foto.

En la larga vida profesional en algún momento puedes ser una de esas ramas que no se queden. Debes entender que el motivo no eres tu sino la natural evolución de la organización. Evita darle vueltas al asunto en tu cabeza, y no le guardes rencor al que decidió que ya no contaban contigo, porque eso te quita energía: eres una buena rama y seguro que en algún sitio hay algún interesante proyecto esperándote y, además, la superación de un hecho así incluso te puede dar la oportunidad de reencontrarte a ti mismo como persona y como profesional.