(Por Rafa Mompó)
Un chaval de 12 años sube al escenario a recoger su Diploma de despedida de la Educación Primaria. Se funde en un gran abrazo con su maestra, Lola, como el piloto de Fórmula 1 que ha ganado el mundial y abraza a su ingeniero jefe.
Lola es como la ingeniero jefe de un numeroso equipo de profesionales que han estado trabajando con el chaval durante toda su educación infantil y primaria: educadores, médicos, terapeutas… y en especial durante los últimos dos años, en los que la medicación era un lastre hasta para el pensamiento.
Hoy el chaval se despide de todo su equipo: ya es autónomo. Comenzará la ESO en el Instituto, no sólo con autonomía, sino también con unas alforjas llenas de valores humanos que ha ido recogiendo de tantos y tantos que lo han ayudado y apoyado con generosidad y cariño.
Vuelvo mi pensamiento a ese numerosísimo grupo de profesionales médicos, educadores, terapeutas. Cuántas veces he escuchado sus mensajes, mientras escudriñaba con respeto detrás de sus ojos buscando respuestas más allá de sus palabras. Siempre estuvimos tranquilos; sus ojos reflejaban muchas horas dedicadas al estudio y la investigación, una experiencia profesional construida con coherencia y responsabilidad, el valor para tomar decisiones complejas…
Queridos estudiantes, permitidme que os exija que deis lo mejor de vosotros mismos para formaros con un nivel de excelencia en esta etapa universitaria. El día de mañana, que ya os queda cerca, habrá personas que se pondrán en vuestras manos. Da igual la profesión que ejerzáis; detrás habrá personas que dependerán de vuestra profesionalidad y de vuestros valores.
Ahora le pido a la vida que me brinde oportunidades para poder ayudar en el ejercicio de mi profesión a otros chavales que lo necesiten, al igual como tantas extraordinarias personas han ayudado a mi hijo.
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